jueves, 28 de julio de 2011

A LOS HECHOS

La siguiente nota es la transcripción de un inteligente y oportuno análisis realizado por Roberto Mendoza y publicado por la revista Núcleo.
Digamos que es la forma más real en que la minería puede demostrar que las cosas se pueden hacer bien, y que sus resultados pueden ser mejores aún. Claro que para demostrar esto hay que esperar varios años, más de 10 en este caso, mientras que para creer las falacias de las campañas antimineras basta con 1 minuto.
Acá no se habla en tiempo Potencial (contaminarán, morirán, saquearán), como siempre lo hacen "ellos" (los anti). Acá se habla en tiempo Presente.
Pero lo que importa no es lo que hacen "los otros" (los anti). Importa lo que hacemos "NOSOTROS" (los mineros).
A las pruebas me remito, a leer la nota.

¿Y el Apocalipsis?

Escribe: Roberto Mendoza - Revista Núcleo

Con más de una década de producción ininterrumpida, el yacimiento de oro y plata Cerro Vanguardia ya tendría que estar mostrando los estragos que las voces antimineras prometieron que produciría. ¿O no?

En este año, la minera Cerro Vanguardia cumple 13 años de producción ininterrumpida en el yacimiento de oro y plata homónimo, ubicado a 150 kilómetros al noroeste de la localidad santacruceña de Puerto San Julián, en el cuadrante sur del Macizo del Deseado.

Esta compañía reúne varias características especiales dentro del panorama minero del país. Fue la primera a la que se aplicó el Código Minero Nacional –sancionado en la década de 1990– y por lo tanto la que primero cumplió con el requisito de presentación de una declaración de impacto ambiental. También produjo la primera audiencia pública en Santa Cruz –que es a su vez el primer antecedente formal del país– para analizar y debatir esa declaración.

La compañía minera fue el primer socio que tuvo el Estado a través de su propia empresa Fomicruz (creada a esos efectos) y esa experiencia sirvió de ejemplo para la conformación de otras estructuras provinciales similares. Por esa sociedad, por primera vez una compañía extranjera (AngloGold Ashanti) debió cubrir un porcentaje alto de su planta de personal con mano de obra local –requisito que luego se trasladó a sus contratistas– para lo cual se fijó un sistema de capacitación de trabajadores que iniciaban en la Provincia su contacto con la minería metalífera.

El yacimiento y las instalaciones de Cerro Vanguardia también muestran características que, en su momento, fueron totalmente novedosas para el país: es la operación a cielo abierto de minería aurífera de Argentina que cuenta con la primer planta Cyanisorb de Latinoamérica (y cuarta en el mundo), para reciclar el cianuro utilizado en el proceso –lo que fue un requerimiento enmarcado en las conclusiones de la audiencia pública–, y fue la primera productora de doré del país.

Se puede suponer que esa posición de ser iniciadora de toda una experiencia industrial, hasta entonces desconocida en Santa Cruz y en el país, podría haber significado cometer errores y no prever el establecimiento, desde el inicio, controles adecuados, lo que debería haber provocado consecuencias no deseadas para la economía y el medio ambiente de la región. Por eso es mucho más interesante confrontar en esta nota –esa es nuestra intención– la realidad actual del emprendimiento, su impacto en el medio ambiente, en la economía local y en la comunidad, comparándolo con las críticas que habitualmente se hacen a la industria minera por parte de quienes se oponen a ella, de las autoridades provinciales que la han prohibido en sus propios territorios y de algunos funcionarios y candidatos que propugnan, basados en esas afirmaciones, lisa y llanamente la prohibición de la actividad minera metalífera en todo el territorio nacional.


Peces de colores

Una de las principales críticas a la actividad minera en general, es el uso que hace del agua para realizar sus procesos: En este orden, se la acusa tanto de consumir demasiada agua –al punto que hay quienes hablan de vaciamiento de reservorios subterráneos– como de contaminar los cauces y las napas.

A este respecto, lo primero que habría que marcar es la diferencia que existe entre uso y consumo, ya que el agua que se utiliza en el proceso, se recicla en un circuito cerrado, al que sólo se va incorporando un porcentaje de agua fresca, quedando una cantidad ínfima en el dique de colas, como componente de la pulpa que se desecha allí.

Los niveles de agua constatados en arroyos y lagunas situados aguas abajo del lugar en que está ubicada la planta de proceso de Cerro Vanguardia, no difieren de los localizaddos aguas arriba, es decir, antes de la captación. Sí se pueden encontrar lagunas casi vacías y arroyos prácticamente secos, pero no más que los que se encuentran en todo el Macizo del Deseado y la Meseta Central del Chubut, regiones que desde hace más de seis años están sometidas a una de las mayores sequías registradas, de lo que dan fe las asociaciones agropecuarias en sus solicitudes de declaración de zona de emergencia o de desastre a los gobiernos provinciales respectivos.

Cerro Vanguardia utilizó en 2010, 1.056.962 metros cúbicos anuales de agua fresca (un 13% menos que lo aprobado por la Subsecretaría de Recursos Hídricos de Santa Cruz), captada de pozos realizados a esos efectos, que cuentan con caudalímetros controlados por dicha repartición, porque a diferencia de otras actividades industriales, la minería paga por el agua que utiliza (independientemente de que después la reintegre al medio), al costo de un litro de eurodiesel por metro cúbico extraído, o 1,33 litros si se superan los topes.

Para ponerlo en cifras que se puedan manejar, la captación de agua de Cerro Vanguardia –que se utiliza tanto en el proceso como para higiene y consumo del personal– es equivalente al consumo de una población de 9.600 habitantes en igual período o a lo que consumen 145 hectáreas bajo riego.

En cuanto a las condiciones en que se encuentran los cauces aguas abajo, la compañía lleva adelante un programa de monitoreo comunitario, con participación de vecinos de San Julián y un laboratorio ajeno a la empresa –cuyos resultados, además, son controlados por la Sociedad Rural local–, que da cuenta de valores iguales a los que se registran aguas arriba, es decir que tras trece años de producción, el tan preanunciado envenenamiento masivo de aguas y poblaciones, parece no haberse producido.

Pero como los controles y las pruebas de laboratorio podrían tener algún tipo de error, o alguien podría suponer que los vecinos involucrados en ellos, o el laboratorio interviniente, están comprados para silenciar resultados adversos, se realizó dentro de la propiedad de Cerro Vanguardia una experiencia de siembra de alevines en la Laguna del Carbón, un espejo situado aguas abajo del yacimiento, en el que ya se están produciendo –y consumiendo– truchas que no han mostrado ningún signo anómalo, ni en la calidad ni en sus características generales.

Pese a la emocionada espera de algunos activistas, aún no se ha logrado encontrar la famosa trucha de tres ojos que tiene en su despacho Mr. Burns, el maléfico empresario de los Simpson.

Qué animales

Desde los sectores antimineros, también se plantea que la agresión es para el medio natural, tanto por el impacto sobre el hábitat de las especies animales y vegetales como por la contaminación directa sobre estos individuos. Entre los agentes agresores se mencionan los químicos utilizados, la contaminación sonora por explosiones, la polución del aire por el polvo en suspensión y la supresión de nutrientes, por falta de agua y por contaminación de la flora.

Tras 13 años de explotación minera, y a pesar de la persistente sequía, en los campos en que se asienta el yacimiento Cerro Vanguardia –al igual que en los que rodean a los otros emprendimientos mineros de la Provincia– se puede constatar el buen estado de la flora local, que brinda alimento a tropillas de guanacos y bandadas de choiques que, entre otras especies, están recuperándose en cantidad por la ausencia de la ganadería.

Justamente, es motivo actual de preocupación de autoridades y conductores, la presencia de animales silvestres a la vera de las rutas, lo que ha provocado no pocos accidentes. Hay quienes han sostenido que guanacos y choiques se acercan al asfalto espantados por el ruido de las explosiones en los yacimientos: Esta falacia se desmorona al observar, cuando se visita una mina, una presencia de guanacos todavía superior a la que se encuentra cerca de las rutas.

En cuanto a la polución del aire por polvo en suspensión, que provendría de las explosiones o de la circulación de vehículos, los monitoreos realizados por la empresa Corplab en el pasado mes de enero, tanto en el yacimiento como en los caminos circundantes, demostraron que la calidad del aire es la misma que en el resto de la meseta, y los valores que indican presencia de polvo y metales están muy por debajo de los permitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Cabe acotar que para realizar estos controles, se emplearon métodos y sistemas de medición acordes a los descriptos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (USEPA).

También es necesario señalar que las distintas autoridades de aplicación provinciales –Medio Ambiente, Fauna, Bosques, Recursos Hídricos, entre otros– a las que se suman investigadores de universidades regionales y nacionales, realizan permanentes controles y monitoreos, que no han mostrado ningún tipo de anomalía en aire, suelo, cursos de agua y especies animales o vegetales del lugar.


El cianuro vampiro

El uso del cianuro en la industria minera ha sido permanentemente señalado como un ejemplo del envenenamiento que las empresas generan con sus métodos de producción. Incluso se ha señalado –y varios desinformados o malintencionados lo siguen haciendo– que la utilización de este compuesto está prohibida en Europa.

El cianuro que se utiliza en minería representa alrededor del 18% del total que consumen las distintas industrias del país, y se transporta a los yacimientos, se estiba, usa y se le da disposición final, respetando rigurosas normas internacionales.

El residuo de cianuro ya usado, es dispuesto en diques de colas que, además de mantener su aislación, deben presentar niveles por debajo de los valores aceptados por la OMS. En el caso de Cerro Vanguardia, el dique de colas presenta una concentración de cianuro cercana a las 50 partes por millón (ppm), notablemente inferior a las 150 ppm permitidas y aprobadas en el informe de impacto ambiental. Por otra parte, la aislación y contenido del dique son controlados regularmente tanto por la autoridad minera como por imperio de un convenio suscripto con la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA).

En cuanto a la mentada prohibición del uso del cianuro en Europa, lo que existió fue una propuesta en tal sentido planteada por un grupo de parlamentarios provenientes de países del Este, que no halló eco en el resto de la Unión, a tal punto que el titular del órgano ejecutivo la descartó de plano y la envió a archivo.

Pero tal vez el “error” más común es afirmar que los potenciales efectos negativos del cianuro se mantendrán por siglos: Cualquier estudiante de química medianamente avanzado, podrá confirmar que el cianuro se degrada hasta desaparecer al ser puesto en contacto con la luz del día, porque es un compuesto fotodegradable, al punto que tras un año sin vertido, los diques de colas de yacimientos sin actividad, muestran niveles de cianuro ínfimos, sin capacidad de afectar la vida o la salud.

La plata que va y viene

Otra crítica habitualmente reproducida en distintos medios es que las empresas mineras se llevan todo y no dejan nada, e incluso algunos temerarios advierten que se les paga para que produzcan.

La industria minera –al igual que muchas otras actividades productivas– está exenta de impuesto a las ganancias y algunos otros gravámenes, mientras realiza las actividades de exploración, es decir, durante la etapa en que se realiza la inversión de riesgo, para cuantificar un yacimiento y establecer si es factible de entrar en producción. Pero una vez que se entra en producción, las mineras pagan todos los impuestos y gravámenes, tales como IVA, Ganancias, al patrimonio, al cheque, combustibles, patente automotor, inmobiliario, ingresos brutos, etc.

Fuera de la masa impositiva, también pagan hasta un 3% de regalías sobre el valor boca mina del mineral (valor del mineral menos gastos), que reciben las provincias donde está emplazado el yacimiento.

En total, la minería paga poco más de un tercio de su facturación, que representa en promedio el 58% de las ganancias (ver recuadro “El reparto”). De ese total, menos del 10% queda en Santa Cruz, a través de regalías, ingresos brutos y coparticipación de impuestos.

Cerro Vanguardia, por ejemplo, abonó el año pasado 147,7 millones de pesos en concepto de Ganancias (neto), y 10,62 millones de tasas municipales, sellos y otros. En su caso particular, abonó en igual período 91 millones de pesos a la minera estatal provincial Fomicruz, en concepto de dividendos y usufructo.

Impacto que impacta

Ya lo hemos escuchado: las mineras llegan, prometen trabajo y grandes compras, y cuando el negocio ya no es rentable, se van dejando el pasivo ambiental.
A lo largo de la historia argentina hubo algunos casos así, protagonizados casi siempre por empresas dependientes del Estado, y antes de que existieran las leyes actuales, los métodos mineros modernos y la conciencia ambiental. Sierra Grande –que, por suerte, volvió a ponerse en marcha– y las viejas minas de uranio abandonadas son ejemplos de ello. Pero eso ya no ocurre.

Cuando Cerro Vanguardia presentó su estudio de impacto ambiental y sometió a audiencia pública los contenidos del mismo y el proyecto –que después fue publicado en un librillo del que se imprimieron miles de ejemplares–, allá por la segunda mitad de la década de 1990, se planteó una inversión de 150 millones de dólares, una planta de personal permanente de 600 puestos directos y 300 indirectos (prometiendo que más del 50% tendría residencia en Santa Cruz), y una vida útil de 8 años, que se esperaba extender a 10 o 12 con el resultado de futuras exploraciones.

Nada de eso se cumplió: el yacimiento lleva 13 años de producción y ha anunciado que continuará por 8 ó 9 años más. En todo el período, se han invertido 714 millones de pesos y se proyecta desembolsar otros 720 millones en los próximos cuatro años. En la compañía trabajan hoy 1.070 empleados directos y 400 de contratistas. De la suma de ellos, más del 90% reside en Santa Cruz.

En cuanto a los proveedores locales, la cifra abonada viene creciendo anualmente. Como ejemplo, en 2008 Cerro Vanguardia gastó en bienes e insumos provistos por firmas de Santa Cruz, 18 millones de pesos, en tanto que en 2010, la cifra se duplicó, alcanzando los 39 millones.

El proceso productivo no se detuvo nunca, ni siquiera cuando el precio del oro bajó a menos de la mitad del valor que tenía en 1996, cuando se presentó el estudio de factibilidad, ni cuando, por distintos motivos, el costo de producción de cada onza de oro era ligeramente superior al valor de venta.

Los accionistas de AngloGold Ashanti, la socia mayoritaria y operadora del proyecto, recién comenzaron a recuperar la inversión diez años después de iniciado el proceso, es decir, en el 2008, y aún no han terminado de hacerlo.

Tras la erupción del volcán Hudson, en agosto de 1991, la zona centro de Santa Cruz, sometida a un duro proceso de desertificación por la explotación ovina intensiva y la falta de políticas ambientales orientadas a una producción sustentable, estaba al borde de la desaparición, en términos productivos.

En el censo nacional de 1991, San Julián contaba con 5.114 habitantes, en tanto que en el de 2001, se contabilizaron 6.143, es decir, un crecimiento poblacional del 20,1% en 10 años. En igual período, la población de Santa Cruz había crecido un 23,2%.

En el último censo, el de 2010, con la influencia de la minería en forma continua por ya 12 años, en San Julián se contabilizaron 8.933 vecinos, lo que significó un crecimiento, en 9 años, del 45,4%. En igual lapso, Santa Cruz había crecido un 38,3%.

La sustentabilidad estructural de un proyecto minero, comprende el compromiso de las empresas con todos los estamentos comunitarios, para asegurar que el nivel de desarrollo que alcance la sociedad involucrada, se mantenga e incluso se amplíe, más allá de la fecha en que la mina deje de producir.

Este es el principal aporte que deben hacer no solamente las empresas dedicadas a la metalminería, sino también sus proveedores y prestadores de servicios, porque si se va a extraer un recurso no renovable, se deben desarrollar al mismo tiempo, los mecanismos que aseguren que el impulso económico y social no finalice con el recurso, sino que continúe a través de otras actividades productivas, que sean capaces de mantener los niveles de vida alcanzados en el cénit de la producción.

Nuevos procesos

Con el paso del tiempo, nuevos métodos y sistemas se van incorporando a la producción, para lograr lo que antes parecía imposible, o resultaba antieconómico. Es la normal evolución de la técnica, que también se aplica a la minería.

En Cerro Vanguardia, se comenzó a desarrollar el programa de minado subterráneo, que se encuentra en plena expansión y para aprovechar material de baja ley que antes no se procesaba, se inició el programa Heap Leaching, de lixiviación en pilas.

En el proceso de reciclado de cianuro, se agregaron etapas que permiten reducir la cantidad utilizada y disminuir todavía más lo que se desecha.

También se incorporaron diversos procesos que han permitido disminuir la cantidad de agua que se capta, reutilizando más eficientemente la disponible.

Cada uno de estos nuevos procesos, que significan una producción más eficiente, debieron contar previamente con la aprobación de la autoridad minera, porque las reglas de juego en la industria son esas: todo cambio en los procesos debe contar con un estudio de impacto ambiental, debe responder a las normas y protocolos vigentes y tiene que recibir la aprobación previa de los organismos de control.

¿Y los cuatro jinetes?

El actor Tom Hanks, consultado sobre los dichos de quienes niegan que el hombre haya llegado a la Luna, dijo que “vivimos en una sociedad donde no existe una ley que impida ganar dinero mediante la divulgación de la ignorancia o en algunos casos de la estupidez…”

La industria minera viene sufriendo desde hace tiempo este tipo de situación: sin que pueda todavía establecerse claramente a qué tipo de intereses obedece la prédica, desde distintos medios se lanzan contra la actividad acusaciones de todo tipo y calibre, sin que parezca ser necesario tener que probar lo que se afirma. Así es como ciertos periodistas, opinadores y comunicadores, profesionales o no, suelen presentar como verdades inapelables rodeadas de dramatismo, afirmaciones por lo menos temerarias.

Ante la falta de argumentos verificables que den asidero a tales conclusiones, se recurre a diversas argucias, como la aplicación de consignas efectistas basadas en silogismos como el cianuro puede causar la muerte + las mineras utilizan cianuro = la minería mata, y la futurología aterradora, aunque difícil de probar, tipo ya van a ver lo que les va a pasar dentro de quince años.

Por regla general, el grado de virulencia del discurso antiminero resulta ser directamente proporcional al desconocimiento que acerca de las características de dicho laboreo, evidencia quien lo profiere.

Como descargo hacia estos sectores digamos que, en general, la industria tampoco se ha caracterizado por su brillantez y claridad a la hora de salir a contarle a la gente de que se trata lo suyo. Más bien durante mucho tiempo, quizás demasiado, pareció estar más interesada en hablarse a sí misma, que al resto de la sociedad.

La verdad es que la minería es una actividad lícita en Argentina. Los métodos que utiliza no son distintos de los que se usan en el resto del mundo, incluido el primero. El cianuro que se utiliza para la separación de los metales, es un método que se aplica en la mayoría de las minas del planeta, y está sometido a controles muchísimo más estrictos que el que se le aplica a todo el resto del cianuro que nos rodea, sin que nos demos cuenta. Las mineras pagan impuestos nacionales, provinciales y municipales.

De todas estas afirmaciones hay pruebas, aquí nomás, en San Julián y en una mina que ya lleva 13 años produciendo. De las contrarias, hasta la fecha, no.

Argentina no necesita que haya sectores promineros o antimineros, y que cada uno recite sus razones en soledad y sin escuchar al otro, sino que haya debate y afirmaciones basadas en el conocimiento.

Cerro Vanguardia no es una empresa especial, ni hace cosas distintas al resto de la industria. Simplemente es la más grande y más antigua de Santa Cruz en su rubro.
Con más de una década de actividad en la sensible meseta patagónica, los estragos pronosticados por la comunidad antiminera, cuanto menos tendrían que haber empezado a mostrarse.

Pero eso no es lo que ocurre. Y para desdicha de quienes viven de la mentira y regocijo del resto de la comunidad, parece que no se verán, sino que pasará todo lo contrario.
En lugar de los cuatro jinetes del Apocalipsis, vemos como una comunidad prospera por influencia de la minería, y sus campos, ambiente, fauna y flora, no sucumbirán ni ahora ni en el futuro. Al menos no porque se exploten en las inmediaciones los metales preciosos.
Y para tener certezas, sólo basta mirar a nuestro alrededor. Porque aquí, en el corazón del Macizo del Deseado, como diría un general argentino de cierta fama, la única verdad es la realidad.